Poesía portuguesa contemporánea - Herberto Helder

 

Herberto Helder

El amor de visita

De A colher na boca (1961)

 


 

 


Dadme una joven mujer con su arpa de sombra

y su arbusto de sangre. Con ella

encantaré la noche.

Dadme una hoja viva de hierba, una mujer.

Sus hombros besaré, la piedra pequeña

de la sonrisa de un momento.

Mujer casi increada, mas con la gravedad

de dos senos, con el peso lúbrico y triste

de la boca. Sus hombros besaré.

 

¿Cantar? Largamente cantar.

Una mujer con quien beber y morir.

Cuando se abra el instinto de la noche y un ave

lo atraviese sesgada por un grito marítimo

y el pan sea invadido por las olas,

su cuerpo arderá mansamente debajo de mis ojos palpitantes.

Él: imagen vertiginosa y alta de un cierto pensamiento

de alegría y de impudor.

Su cuerpo arderá para mí

sobre un manto mordido por flores con agua.

 

En cada mujer existe una muerte silenciosa.

Y en cuanto el dorso imagina, bajo los dedos,

las repeticiones de la melodía,

la muerte sube por los dedos, navega la sangre,

se deshace en embriaguez dentro del corazón hambriento.

Oh, cabra en el viento y en el brezo, mujer desnuda debajo

de las manos, mujer de vientre escarlata donde la sal pone el espíritu,

mujer de pies en lo blanco, portadora

de la muerte y la alegría.

 

Dame una mujer tan joven como la resina

y el aroma de la tierra.

Con una flecha en mi costado, cantaré.

Y mientras brote de mi carne una vid de sangre,

cantaré su sonrisa ardiendo,

sus senos de pura sustancia,

la curva ardiente de los cabellos.

Beberé su boca, para después cantar la muerte

y la alegría de la muerte.

 

Dame un torso doblado por la música, un ligero

tallo de planta,

donde una llama haga florecer el espíritu.

Sobre la piel de su rostro se moverán las aguas,

dentro de su rostro estará la piedra de la noche.

Entonces cantaré la exaltante alegría de la muerte.

 

No siempre me abrasa el despertar de las hierbas ni la estrella

despeñada de su órbita viva.

Sin embargo, tú siempre me incendias.

Olvido el arbusto impregnado de diurno silencio, la noche

imagen que lacera

con su dios destrozado y ascendido.

Pero no te olvidan mis corazones de sal y de ternura.

Se aturde mi aliento con la sombra,

tu boca penetra mi voz como la espada

se pierde en el arco.

Y cuando la madre congela en su amarga distancia, la luna

se marchita, el paisaje vuelve al vientre, el tiempo

se desfibra: invento para ti la música, la locura

y el mar.

 

Toco el peso del camino de la vida: la carne que resplandece, la sonrisa,

la inspiración.

Y sé que envolviste los pensamientos con mesa y harpa.

Voy hacia ti con la belleza oculta,

el cuerpo iluminado por luces alargadas.

Digo: yo soy la belleza, su rostro y su durar. Tus ojos

se transfiguran, tus manos descubren

la sombra de mi rostro. Sujeto tu cabeza

áspera y luminosa, y digo: ¿escuchas, mi amor?, yo soy

aquello que se espera para las cosas, para el tiempo:

yo soy la belleza.

Entera, tu vida lo desea. Para mí se yerguen

de lejos tus ojos. Tú misma perduras en mi velada

belleza.

 

Entonces me siento a tu mesa. Porque es de ti

de quien me llega el fuego.

No hay gesto o verdad donde no durmieran

tu noche y tu locura,

no hay vendimia o agua

en que no estuvieras posando el silencio creador.

Digo: mira, es el mar y la isla de los mitos

originales.

Me llevas a tu mesa, descubres en la vastedad de la tierra

la carne trascendental. Y en ti

inician el mar y el mundo.

 

Mi memoria pierde en su espuma

la huella y la viña.

Plantas, animales, aguas han crecido como religión

sobre la vida, y ahí yo demoré

mi frágil instante. Sin embargo,

tu silencio de fuego y leche restituye la fuerza

maternal, y todo circula entre tu aliento

y tu amor. Las cosas nacen de ti

como las lunas nacen de los campos fecundos,

los momentos inician en tu ofrenda

como las guitarras toman su principio de la música nocturna.

 

Más inocente que los árboles, más vasta

que la piedra y la muerte,

la carne crece en su espíritu ciego y abstracto,

tiñe la aurora pobre,

insiste de violencia la inmovilidad acuática.

Y los astros se parten en luz sobre

las casas, la ciudad se arrebata,

los animales levantan sus ojos dementes,

arde la madera: para que todo cante

por tu cerrado poder.

 

Con mi rostro lleno de tu espanto y belleza,

sé que eres el íntimo pudor

y el agua inicial de otros sentidos.

 

Comienza el tiempo donde la mujer comienza,

es su carne que del minuto obscuro y muerto

se devuelve a la luz.

En la muerte se rehierve el vino, y la promesa tiñe los párpados

con una imagen.

Espero el tiempo con el rostro maravillado junto a tu pecho

de sal y de silencio, imagino para mi serenidad

una idea de piedra y de blancura.

Eres tú que me aceptas en tu sonrisa, que escuchas,

que te alimentas de deseos puros.

Y el espíritu se une al viento, se enrarece la aureola,

la sombra canta bajo.

 

Comienza el tiempo donde la boca se deshace en la luna,

donde la belleza que transportas como un peso arduo

se deshace en gloria junto a mi costado

martirizado y vivo.

Para la consagración de la noche levantaré un violín,

besaré tus manos fecundas, y en la madrugada

ofreceré mi voz confundida con la tuya.

Oh, teoría de los instintos, don de inocencia,

taza para beber junto a la perturbada intimidad

en que me acoges

 

Comienza el tiempo en la insoportable ternura

con que te adivino, el tiempo donde

el dolor envuelve el barro y la estrella, donde

el canto une el ave al trébol. Y en su medida

ingenua y cara, lo que presiente el corazón

a lo lejos engasta de lumbre su contorno.

Bueno será el tiempo, bueno será el espíritu,

buena será nuestra carne presa y morosa.

Comienza el tiempo donde se une la vida

a nuestra vida breve.

 

Estás profundamente en la piedra y la piedra en mí, oh, urna

salina, imagen cerrada en su fuerza y su pungencia.

Y lo que se pierde de ti, como espíritu de música marchito

en torno de las violas, la muerte que no beso,

la hierba incendiada que se derrama en la íntima noche,

lo que se pierde de ti, mi voz lo renueva

en una suerte de plata viva.

 

Cuando el fruto sujeta un instante la eternidad

entera, yo estoy en el fruto como sol

y deshecha piedra, y tú eres el silencio, el cerrado

vientre de sumo y vivo placer.

Y las aves mueren para nosotros, los luminosos cálices

de las nubes florecen, la resina tiñe

la estrella, el aroma aleja el rojo barro de la mañana.

Y estás en mí como la flor en la idea

y el libro en el triste espacio.

 

Si mis manos te aprehendieran, forma del viento

en la cebada pura, de ti vendrían llenas

mis manos sin nada. Si una vida durmieras

en mi espuma,

¿qué indecisa frescura quedaría en la sonrisa?

Eres tú quien se moverá en la materia

de mi boca, y serás un árbol

durmiendo y despertando donde mi sangre existe.

 

Besar tus ojos será morir por la esperanza.

Ver en el aro de fuego de una entrega

tu carne de vino rozada por el espíritu de Dios,

será crearte para la luz de mis pulsos e instante

de mi perpetuo instante.

Debo rasgar mi rostro para que tu rostro

se llene de un minuto sobrenatural,

debo murmurar cada cosa del mundo

hasta que seas el incendio de mi voz.

 

Las aguas que un día nacieron donde marcaste el peso

joven de la carne aspiran largamente

a nuestra vida. Las sombras que rodean

el éxtasis, los animales que llevan al final del instinto

su bárbaro fulgor, el rostro divino

impreso en el barro, la casa muerta, la montaña

inspirada, el mar, los centauros

del crepúsculo,

aspiran largamente a nuestra vida.

 

Por eso es que estamos muriendo en la boca

del otro. Por eso es que

nos deshacemos en el arco del verano, en el pensamiento

de la brisa, en la sonrisa desierta, en el pez,

en el cubo, en el lino,

en el mosto abierto:

en el amor más terrible que la vida.

 

Beso el peldaño y el espacio. Mi deseo trae

el perfume de tu noche.

Murmuro tus cabellos y tu vientre, oh, la más desnuda

y blanca de las mujeres. Corren en mí el lacre

y el alcanfor, descubro tus manos, se yergue tu boca

en el círculo de mi ardiente pensamiento.

¿Dónde está el mar? Aves ebrias y puras que vuelan

sobre tu sonrisa inmensa.

En cada espasmo yo moriré contigo.

 

Y le pido al viento: trae del espacio la luz inocente

de los brezos, un silencio, una palabra;

trae de la montaña un pájaro de resina, una luna

roja.

Oh, amados caballos con flor de retama en los ojos nuevos,

casa de madera en la planicie,

ríos imaginados,

espadas, danzas, supersticiones, cánticos, cosas

maravillosas de la noche. Oh, mi amor,

en cada espasmo yo moriré contigo.

 

De mi nuevo corazón la vida entera sube,

el pueblo renace,

el tiempo gana al alma. Mi deseo devora

la flor del vino, envuelve tus caderas con una espuma

de crepúsculos y cráteres.

Oh, pensada corola de lino, mujer que encanta

al hambre en la noche equilibrada, imponderable:

en cada espasmo yo moriré contigo.

 

Y abro las manos a la diurna alegría. Se pierde

entre la nube y el arbusto el aroma acre y puro

de tu entrega. Los animales se inclinan

dentro del sueño, las rosas se levantan respirando

contra el aire. Tu voz canta

huerto y agua, y yo camino por las calles frías con

el lento deseo de tu cuerpo.

Besaré en ti la enorme vida, y en cada espasmo

yo moriré contigo.




Herberto Helder nació en Funchal, Madeira, en 1930. Su poesía, transformada en imágenes y desencadenada en infinitos procesos de contaminación metafórica, representa una notable revolución en el panorama poético portugués. Muchas veces ligado al surrealismo o a la poesía experimental, Herberto Helder manifestó un total repudio por la figura encumbrada del poeta, rehusándose a dar entrevistas y rechazando el Premio Pessoa en 1994. Algunos de sus libros son O amor em visita (plaquette), 1958; A colher na boca, 1961; Cobra, 1997; Poesía toda (1953-1990); Os passos em volta (prosa) 1963. En 1968 grabó algunos poemas en vinil para la serie Poesía Portuguesa, editado por Phillips. Asimismo, en 1997 (Sony) se realizó el disco Entre nós e as palavras, proyecto Os Poetas: música para poesía de Al Berto, Mário Cesariny, António Franco Alexandre, Herberto Helder e Luiza Neto Jorge. Falleció en 2015.

 

 

 

 

 

 

 

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